Historias de San Luis: José Ignacio Maldonado
Por Nino Romero
Conversando con el compadre Carlos Fernández sobre tantos nombres y olvidos que suceden a diario en nuestra provincia y en nuestro país, recordábamos que un 10 de noviembre, el día de la tradición, nacía Jorge Horacio “Cholo” Torres, fundador de las Voces del Chorrillero, conjunto emblema de la música folklórica cuyana.
Junto a Mario “Poroto” Rivarola formaron un dúo de voces y guitarras extraordinario, tanto cuando actuaban como los pilares de las Voces del Chorrillero acompañados por otros notables músicos, lo mismo que cuando decidían ser el dúo Rivarola – Torres nomás.
No podía nacer otro día. Tenía que ser un día de la tradición que le marcó su destino para toda la vida.
Y apareció el nombre de un investigador folklórico e historiador cuyos escritos y su único libro, como también su accionar, muchas veces no es recordado como se debe.
Estoy refiriéndome a don José Ignacio Maldonado.
Tuve oportunidad de realizarle numerosas entrevistas en radio por los más variados temas.
Sus estudios abordaron tanto el terreno de lo histórico como también lo folklórico y lo antropológico.
Ofreció numerosas conferencias que fueron publicadas en folletos, revistas, diarios y difundidos por radio.
Es un material que se debería rescatar y resguardar, si es que no se ha hecho.
El amigo Maldonado tuvo una especial devoción por el Santo Cristo de la Quebrada, y su único libro fue precisamente dedicado al Cristo, pero no pudo verlo ya impreso porque él falleció en el año 1988, cuando se estaba imprimiendo su obra.
Escribió también varios trabajos sobre la religiosidad popular.
Una escuela de la provincia de San Luis lleva su nombre: la 413 de Cazador. Un merecido homenaje al gran docente que fue toda su vida.
Don Maldonado no comulgaba con los ideales peronistas, y me cuenta Carlos que, en una oportunidad en unas elecciones, los responsables del área de Educación de la provincia vieron la oportunidad para castigarlo por sus ideas.
El maestro Maldonado debía cabalgar 60 kilómetros desde Cazador para ir a votar a San Luis el día domingo.
Entonces las autoridades del Ministerio sospecharon que seguramente el día lunes no iría a dar clases a la escuela. Por eso encargaron al comisario de la zona que ese día lunes posterior a las elecciones, se hiciera presente y labrara un acta donde constara que el establecimiento estaba cerrado y que el Director y Maestro había faltado, quedando los niños sin clases.
José Ignacio Maldonado, una vez terminada la jornada del día viernes anterior a los comicios, ensilló su caballo y se dirigió a su casa en la ciudad de San Luis. El domingo votó y luego hizo lo que nunca pensaron sus superiores: ensilló su caballo y se volvió a la escuela.
El lunes posterior a las elecciones, bien temprano, al llegar el comisario de la zona a la escuela de Cazador, encontró al maestro Maldonado tocando la campana y a los alumnos ingresando a clases normalmente.
Y fue eso lo tuvo que informar. La conspiración por no pensar igual que las autoridades del gobierno había fallado.
Fue socio fundador de la Asociación Sanmartiniana de San Luis en el año 1959; Director del Museo de Bellas Artes, Historia y Ciencias Naturales de San Luis; Socio fundador de la Asociación Cultural Amigos de la Paleontología, Arqueología y Antropología de San Luis; socio fundador y secretario del Centro de Investigaciones “Dalmiro S. Adaro” desde su fundación en 1963 hasta su fallecimiento.
Son personas que no deben estar ocultas en la memoria. Hay que decir y mostrar quienes son.
Debemos rescatar hechos y personajes de nuestra historia que, por omisiones u olvidos, a veces intencionados o no, no figuran en ningún lado. Hay muchos.
Y pasando a otro tema, gracias en nombre de Martita. Sí, Martita, la de la historia del pasado domingo. La que soñaba con una bicicleta. Se la regalaron luego haber leído su historia en El Chorrillero y ella duerme con su bici apoyada en su camita.
Y también gracias a un grupo de generosos amigos y amigas, que se encargaron de hacerle llegar a su familia una linda ayuda.
Nunca está demás decir gracias. Y tampoco por favor y permiso, como nos han enseñado.